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viernes, abril 25, 2003

"Y ahora tu... no dejes de hablar" (A.V) Somos cordenadas o incógnitas que faltan por despejar como dice Antonio Vega. Ya ves se ha estrechado tanto el camino entre el llanto y el despiste, que he terminado por encender el ventilador y se han secado las retinas mientras el despiste viajaba impulsado por el viento hasta lo más alto de los cielos y nada ha quedado. Nada, salvo el mismo pantano lleno de flores blancas despanpanantes flotando y el mismo fondo negro, misterioso, cínico y lúgubre sin remedio. Me persigue a cada esquina que doblo, allí está para pedir perdón entre los fósiles peces de un pantano precioso y fétido a la vez. Pero quién puede prohibir cada acto sincero, quién puede domar los caballos que vuelan sin rienda sobre cabezas de duendes encantados de la vida e ignorados de la muerte. Al menos me consuela la consciencia al reconocer mi final, tu final... nuestro final.
Vamos a ver si finalmente encajan las piezas. Un trocito de tu pasado por aquí, algo de presente por allá, vasos y vasos de futuro rociando todo y luego dejar secar al sol del olvido durante unas cuantas horas. Será un puzzle maravilloso.
A derecha e izquierda se esconde la indiferencia, la ternura de mi mirada, hoy algo más tostada de lo normal. Mientras suenan las canciones de otros días me siento extraño, olvidado, como decían Los Rebeldes, algo así como "Un español en Nueva York". Pero no importa, camina, ¡camina!... esas son las voces que oigo entre las paredes húmedas de la cueva donde nada tiene importancia, algún explorador debió dejarse su tesoro aquí y ahora no sé qué hacer con él. Es bonito, pero pesa demasiado como para no caerme por su culpa entre las rocas resbaladizas de las grutas. ¡Cuantos tesoros y cuantos resbalones! ¿Será que sin resbalar no hay premio?

jueves, abril 24, 2003

No te recuerdo hoy. No puedo verte en la niebla, ni oir tu paso firme chasquear las ramas del bosquecito, ni diviso tu barqua resbalando entre obesas olas cercanas a mi costa. No te veo brillar esta noche. ¿Te habrás ido? Y yo sin saber nada. Sólo han sido unos instantes estos días, unos reflejos de confusión estelar en medio del cosmos del trabajo, del frenético ritmo diario; ya sabes, como siempre envuelto en fotocopias y golpes de ratón angustiados.

Al atardecer me acerqué al charco. No estaba tu reflejo, tampoco quedaban nuestras marcas de noches de rock en las paredes del océano, ni los cristales de los niños que juegan a no saber quien son en las noches de los sábados. Si no quedaba nada... no podría explicarte porque estaba yo allí. Imagino que sería un pasajero más hacia algún lugar, como las sombras, algunas esbeltas y otras más rigurosas, que seguían mis pasos; o las otras sombras que tuve que sortear en mi camino. Pero tu no estabas y si estabas no te ví y si te ví no lo recuerdo y si no lo recuerdo no pienses que no te aprecio, es que poco a poco voy recuperando la memoria pero será lento.
Mientras suenan los tonos es difícil saber si hay alguien al otro lado. Todo puede pasar: aburrido de tonos cuelgas el teléfono, harto el propio tono de repetirse se intensifica en el tiempo dando lugar a un precioso comunicando o la voz enlatada de un ser extraterreste te jura y perjura que no, que no hay nadie, que te vayas y que si es muy importante tu asunto pruebes a dejar un mensaje que seguramente nadie escuchará ni mucho menos contestará. Así es la vida, un ir y venir de llamadas telefónicas. Un andamio que al llegar a la última planta sobrevuela el edificio y se expande hasta el suelo por el siguiente costado... sin tener nada arriba y volviendo al mismo lugar donde empezaste, quizá un poco más lejos del lugar que debieras ocupar, el lugar donde siempre estuviste. ¿El que te corresponde?

miércoles, abril 23, 2003

El mundo se ha quedado parado detrás de algo blanco y redondo. Decenas de hombres corren de un lugar a otro en busca del objeto esférico y saltan como posesos cuando entra en una de las dos mallas. Bueno, saltan... algunos, otros maldicen su futuro mirando al cielo con rabia y se señalan severamente como quien dicta sentencia contra un asesino. Miles de pequeños puntos sembrados por el recinto... deben ser seres humanos... gritan y corean cánticos extraños. Insultan a personajes desconocidos que no deben estar presentes. Hay uno de negro que nunca llega a tocar el objeto redondo pero no para de correr como si hubiera perdido la cabeza... pero luego le tiene miedo porque se aparta de la bola blanca cuando esta pasa demasiado cerca de él. Este hombre también lleva algo en la mano, que emite un desagradable pitido cuando se lo acerca a la boca. Antes le vi sacar un papelito amarillo que mostraba con desprecio a los hombrecillos con gesto muy severo, mientras estos negaban con la cabeza cualquier culpabilidad... tal vez los van a condenar. No estoy seguro, pero creo que hoy me he perdido algo importante. Por cierto, el próximo domingo no sé si podré escribirles... ¡juega mi equipo de fútbol y lo televisan!

Será mejor que mire al horizonte y evite permanecer tantas horas frente a la pantalla.
Se ve que las horas vuelan cuando el trabajo aprieta. A veces ni si quiera queda tiempo para la poesía, para unos momentos de melancolía. Esta mañana el sol me dio una bofetada al enderezar la calle. Tenía tantas cosas en la cabeza que creo que no hice ninguna. Tal vez algo de rabia contenida al mirar al cielo y ver que la mañana terminaría ardiendo en agua hirviendo, o hirviendo en agua ardiendo... Y así estamos, caminando, como siempre, en busca de nuevas ideas que consigan que lo que se había vuelto lúgubre deje su tenebrosa silueta de un lado y me convierta en algo más de lo que no soy. No por serlo, sino por tenerlo. Tal vez dentro de algunos años deje de pensar así. Dios dirá.

martes, abril 22, 2003

Tal vez sea esta la temperatura exacta. La que trae la primavera... cuando quiere. Los sentimientos siguen grises pero fuero parece todo más bonito. Al menos, hay flores, ha vida, el mar sonríe mucho más tierno y más tibio que antes. Todo tira más hacia arriba hasta culminar en el verano. Tendría tantos veranos que contar...
Despierto en lo más profundo de la marea de gente confusa. Muerto en la creación de un golpe de suerte. Sincero en la caída de un ser deprobable. Sonriente ante la inminencia de una puesta de sol desde la ventana que da a la orilla de la playa. El gusto del mar conquista los paladares más exigentes. Hoy no es un sueño.
Si. Es cierto. Pasa el tiempo, sentimos, creeemos, caminamos... Pero siempre parece que vuelvo al mismo lugar. Ves gente. Ves muchos gatos negros enfrascados en túnicas blancas. Y, dime, ¿qué piensas? que con la canción (o las canciones) siempre cualquier tiempo pasado siempre fue mejor. No sé, tal vez no sea así. Quizá el ocaso de los cielos en el día de hoy me devuelva otra nueva historia, otra nueva canción... o la música de un blues rockero en la orilla del mar. ¡Si me diese un amanecer rojizo! ¡Un vocado de esperanza! ¡Un sueño cumplido! Si me diese... primero tengo que dar yo, primero, siempre primero... de último no estaría mejor.
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