¡¡Cuidado chiquillo!! Deja pasar a la luz. No quieras atraer todo el tiempo en tu entorno como encerrado en una tormenta de relojes congelados. Deja pasar la luz, la vida, deja pasar... Si no, la luz te atravesará y quizás te haga daño o te deje velado como los carretes lanzados hacia el sol como serpentinas después decir adios cuando nadie lo esperaba.

Habría que cerrar las puertas del silencio y abrir las ventantas al aire de la honestidad. Podrías permitir que muchas melodías precisas escapasen del alcantarillado de nuestras ciudades y los poetas gobernasen las tierras grises mientras los insensatos mandarían en las partes mas coloridas del planeta. Entre tanto seguiría en mi barraca de latón, perdido en el mismo centro de la selva de los pensamientos, del Amazonas de los recuerdos; porque la masa no siente lo que sientes tu, porque la masa pierde la credibilidad que firma el brillo de tus ojos.

¿Qué te puedo decir que no hayas escuchado ya en estos días? Si invento palabras no podrías entenderlas. Si repito como un loro argumentos exóticos pensarías que vuelvo a estar loco. Si no sé qué no decirte, cómo no herirte, cómo hablarte liberado de el humo del gran cigarrillo de la hipocresía, de las buenas palabras, del gracejo formal, del tonteo de calle. Así que hoy voy a hacer una excepción política, un malavarismo novato para rogarte que no me pidas más palabras. Que te basten las que tantas veces te dije, todo acabará bien. Todo.